Asà derrotó Hezbolá a Israel
Traductor: Traducido por Sinfo Fernández y Sonia MartÃnez y revisado por Caty R.
PARTE 1: Ganando la guerra de la inteligencia
El experto militar estadounidense, Anthony Cordesman publicó, cinco años después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, un informe sobre el conflicto entre Israel y Hezbolá. El texto, titulado “Lecciones preliminares sobre la guerra entre Israel y Hezbolá” suscitó gran interés en el Pentágono, donde fue analizado por profesionales del equipo de jefes de personal y corrió de mano en mano entre los expertos militares de Washington. Cordesman no ocultó sus modestas conclusiones al reconocer que su estudio no sólo era “preliminar”, sino que además no habÃa tenido en cuenta cómo luchó Hezbolá en el conflicto y tampoco habÃa analizado sus resultados.
“Este análisis es… limitado” apuntó Cordesman, “porque no se llevó a cabo ninguna visita de comprobación a LÃbano y a Hezbolá”. Aunque incompleto, el estudio de Cordesman cumplió dos objetivos: ofreció las bases para entender la guerra desde el punto de vista israelà y planteó algunas cuestiones acerca de cómo y lo bien que luchó Hezbolá. Cerca de dos meses después del fin de la guerra entre Israel y Hezbolá, es posible rellenar algunos de los espacios en blanco que dejó Cordesman en su informe.
El análisis que ofrecemos aquà también es limitado. Los oficiales de Hezbolá no hablarán ni en público ni para la prensa, acerca de cómo lucharon en el conflicto; no detallarán su despliegue y no discutirán su estrategia futura. Pese a todo, las lecciones sobre la guerra desde la perspectiva de Hezbolá están surgiendo ahora y los estrategas israelÃes y estadounidenses empiezan a sacar algunas pequeñas enseñanzas gracias a ellas. Nuestras conclusiones se basan en valoraciones sobre el terreno llevadas a cabo durante la guerra -gracias a entrevistas con expertos militares israelÃes, norteamericanos y europeos-, en análisis del conflicto efectuados en discusiones con estrategas militares y en una red de oficiales de alto rango en Oriente Próximo con los que hemos hablado, que estaban muy interesados en el resultado de la guerra.
Nuestra conclusión global contradice el punto de vista actual de algunos oficiales de la Casa Blanca e israelÃes: que la ofensiva de Israel en LÃbano perjudicó significativamente la habilidad de Hezbolá para proseguir la guerra, que Israel mermó la capacidad de Hezbolá de ganar la guerra en un conflicto futuro y que las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, en sus siglas en inglés), una vez desplegadas en gran número en el sur del LÃbano, fueron capaces de vencer a sus adversarios y dictar un acuerdo favorable para el sistema polÃtico israelÃ.
La verdad es exactamente lo contrario. Desde los comienzos del conflicto hasta las últimas operaciones, los comandantes de Hezbolá penetraron satisfactoriamente en el ciclo de toma de decisiones tácticas a través de una red de operaciones de espionaje, militares y polÃticas, con el resultado de que Hezbolá consiguió una decisiva y completa victoria en la guerra contra Israel.
La guerra de la inteligencia
Al principio del conflicto, el secretario general de Hezbolá, Hassan Nasralá, admitió que la respuesta militar de Israel a la captura de dos de sus soldados y la muerte de otros ocho a las 9.04 de la mañana del 12 de julio, le pilló por sorpresa.
El comentario de Nasralá terminó con los informes de prensa que afirmaban que Hezbolá se habÃa propuesto provocar una guerra contra Israel y que las capturas eran parte de un plan aprobado por Hezbolá e Irán. Aunque Hezbolá habÃa dejado claro durante un periodo de años que tenÃa la intención de secuestrar a soldados israelÃes, existÃan buenas razones para suponer que no lo hubiera hecho durante los meses de verano, cuando numerosas familias adineradas shiÃes de la diáspora podrÃan estar visitando LÃbano (y gastando su dinero en las comunidades shiÃes) y cuando se esperaba la llegada al paÃs de un gran número de árabes del Golfo.
Tampoco es cierto, como se dijo en un principio, que Hezbolá coordinara sus actividades con Hamás. A Hamás las capturas le tomaron por sorpresa y aunque su lÃder defendÃa las acciones de Hezbolá, es fácil discernir, mirando hacia atrás, que no le debió de hacer gracia: durante el conflicto, Israel lanzó multitud de operaciones militares contra Hamás en Gaza, matando a docenas de combatientes y civiles. Esta ofensiva pasó totalmente desapercibida en Occidente, resucitando el dicho “cuando Oriente Próximo arde, olvidamos a los palestinos”.
En realidad, la captura de los dos soldados israelÃes y la muerte de otros ocho tomó al lÃder de Hezbolá por sorpresa. Esta acción se llevó a cabo sólo porque las unidades de Hezbolá destinadas en la frontera israelà tienen órdenes permanentes de aprovechar la debilidad militar israelÃ. El propio Nasralá habÃa señalado tiempo atrás la intención de Hezbolá de prender a soldados israelÃes, después de que el ex primer ministro Ariel Sharon incumpliera la ratificación de los acuerdos –tres en total- acerca de la liberación de todos los prisioneros de Hezbolá durante el último intercambio de prisioneros entre Hezbolá e Israel.
Las capturas fueron, en realidad, sencillÃsimas: los soldados israelÃes que están cerca de la frontera al parecer incumplieron los procedimientos habituales de actuación, dejaron sus vehÃculos a la vista de los emplazamientos de Hezbolá y lo hicieron cuando estaban sin comunicación con el comandante de mayor rango y sin posibilidad de ser cubiertos del fuego enemigo.
Observamos que mientras los medios de comunicación occidentales se olvidaron de informar sobre estos aspectos, el periódico israelà Haaretz confirmaba sustancialmente este informe: “Una fuerza de tanques y carros de blindaje se envió inmediatamente a LÃbano en una persecución intensa. Fue durante esta persecución, alrededor de las 11 de la noche, cuando un tanque Merkava pasó por encima de una bomba muy potente, que contenÃa aproximadamente de 200 o 300 explosivos, a una distancia de unos 70 metros al norte de la valla de la frontera. El tanque quedó prácticamente destrozado y los cuatro miembros de la tripulación murieron instantáneamente. En las horas siguientes los soldados del ejército israelà mantuvieron un feroz enfrentamiento contra los pistoleros de Hezbolá… En el transcurso de esta batalla, alrededor de las 3 de la tarde, murió otro soldado y dos más resultaron ligeramente heridos.”
Los secuestros marcaron el inicio de una serie de meteduras de pata de las IDF: hubo comandantes que actuaban fuera de los procedimientos normales en la frontera; algunos miembros de la patrulla estaban en sus últimos dÃas de su desplazamiento en el norte y habÃan bajado la guardia. Tampoco es cierto que los soldados de Hezbolá mataran a los ocho israelÃes durante la captura de los otros dos. Los ocho murieron cuando un comandante de la frontera de las IDF, aparentemente avergonzado por haber ignorado los procedimientos permanentes de actuación, ordenó a los vehÃculos blindados perseguir a los secuestradores. Los dos vehÃculos blindados se adentraron en una red de minas antitanque de Hezbolá y resultaron destruidos. Los ocho soldados de las IDF murieron durante esta operación o como resultado de los combates que siguieron inmediatamente.
Que una unidad de las IDF deambule tan cerca de la frontera sin que nadie le cubra del fuego enemigo y quede expuesto a un ataque de Hezbolá, ha llevado a los oficiales israelÃes a cuestionarse si la unidad estaba actuando sin la aprobación de un mando superior.
Parece que los comandantes de alto rango de las IDF, inmediatamente después del incidente, propusieron una comisión interna de investigación para determinar los hechos que envolvieron el asunto y para revisar los procedimientos de las IDF en el control de las unidades que operan a lo largo de la frontera norte de Israel. Los resultados de las conclusiones a las que llegó esta comisión todavÃa no se han publicado.
A pesar de la sorpresa con la que recibieron la respuesta israelÃ, los guerrilleros de Hezbolá en el sur de LÃbano se pusieron en alerta máxima en unos minutos tras los secuestros y los superiores alertaron inmediatamente a los comandantes de arsenal. Las sólidas y endurecidas defensas de Hezbolá son el resultado de seis años de diligente trabajo, que empieza con la retirada israelà de la región en el año 2000. Muchos de los búnker de mandos creados y diseñados por los ingenieros de Hezbolá estaban fortificados, algunos incluso tenÃan aire acondicionado.
La excavación de los arsenales a lo largo de los últimos años ha estado acompañada por un programa de engaño, en el que algunos búnker se construyeron sin ocultarse, bajo la mirada de los tanques israelÃes o de ciudadanos a los que les unen fuertes lazos con éstos. Salvo excepciones, estos búnker eran señuelos. Otros se construyeron en áreas alejadas de la población libanesa. Los más importantes búnker de mando y de arsenales de armas estaban excavados muy profundamente en las montañas rocosas de LÃbano –a una profundidad de 40 metros-. Alrededor de 600 búnker, tanto de armas como de municiones, estaban situados estratégicamente en la región sur del Litani.
Por razones de seguridad, ningún comandante sabÃa la localización de cada uno de los búnker y cada milicia de Hezbolá tenÃa asignado el acceso a tres de ellos solamente –uno de municiones y dos de reserva, por si destruÃan el primero-. Los puntos de formación, separados unos de otros, también estaban asignados a distintas unidades de combate, a las que se les asignaban áreas de combate especÃficas para armarse y combatir. Los protocolos de seguridad para la formación de las tropas se mantenÃan diligentemente. Ningún miembro de la milicia de Hezbolá conocÃa la estructura de los búnker.
Los principales arsenales y puntos de formación militar de Hezbolá fueron localizados por la Fuerza Aérea Israelà (IAF en sus siglas en ingles) en las primeras 72 horas de la guerra. Los comandantes israelÃes habÃan identificado estos búnker a través de una mezcla de informes de espionaje, interceptando señales de las comunicaciones de Hezbolá, con fotos vÃa satélite recogidas gracias a acuerdos de cooperación con los militares estadounidenses, fotos conseguidas gracias a los vuelos de la IAF sobre la región, fotos realizadas a través de aviones fantasma desplazados a lo largo del sur de LÃbano y, el punto más importante: una red de espÃas de confianza reclutados por agentes de inteligencia israelÃes que viven en el sur de LÃbano, incluyendo a un gran número de ciudadanos extranjeros (no libaneses) acogidos como trabajadores invitados en el paÃs.
Los ataques iniciales sobre los puntos de formación de Hezbolá asà como sobre los mayores complejos de búnker, que tuvieron lugar en las primeras 72 horas de la guerra, fallaron. El 15 de julio, la IAF localizó al lÃder de Hezbolá en Beirut. Este ataque también falló. En ningún momento de la guerra asesinaron a ninguna figura polÃtica importante de Hezbolá, a pesar de la insistencia de Israel en asegurar que los dirigentes más antiguos de la organización habÃan sufrido pérdidas.
Según un oficial del ejército estadounidense que observó de cerca la guerra, la ofensiva aérea de la IAF acabó con “como mucho con el 7% de los recursos militares totales de los guerrilleros de Hezbolá en los tres primeros dÃas de lucha”, además, añadió que, en su opinión, los ataques aéreos israelÃes sobre los dirigentes de Hezbolá fueron “absolutamente inútiles”.
Los informes que aseguran que la cúpula de dirigentes de Hezbolá buscaron refugio en la Embajada de Irán en Beirut no son ciertos, aunque no se sabe a ciencia cierta dónde buscaron cobijo. “Ni siquiera yo sabÃa dónde estaba”, dijo el lÃder de Hezbolá, Nasralá a uno de sus compañeros. Pese a todo, no es cierto que los planes militares de Israel para destruir las infraestructuras de LÃbano fueran el resultado de la incapacidad de la IAF de derrotar la capacidad militar de Hezbolá en los primeros dÃas de la guerra.
Los planes militares israelÃes requerÃan un rápido y sostenido bombardeo de las mayores autopistas y puertos de LÃbano, además de la destrucción de los recursos militares y polÃticos de Hezbolá. El gobierno israelà no ocultó su intento de terminar con el apoyo a Hezbolá en las comunidades cristiana, sunnà y druze. Esta idea, castigar a LÃbano por esconder a Hezbolá y poner a la gente en contra de la milicia, forma parte de la ofensiva israelà desde la retirada del sur de LÃbano en el año 2000.
Mientras los oficiales del Ejército de Defensa Israelà anunciaban, en público y en privado, el éxito de su ofensiva, sus comandantes recomendaban que el primer ministro, Ehud Olmert aprobara salidas aéreas contra alijos potenciales en áreas marginales al final de la primera semana de bombardeos. Olmert aprobó estos ataques, a sabiendas de que con esta solicitud, sus oficiales estaban admitiendo que sus valoraciones iniciales sobre el daño infligido a Hezbolá eran exageradas.
Qana fue el resultado de la aceptación de Olmert de “cercar el área de los objetivos”. Un experto militar de Estados Unidos que siguió el conflicto de cerca, dijo lo siguiente sobre el bombardeo de Qana: “No es tan complicado. Tras el fallo de la primera campaña, los oficiales de la IAF volvieron a revisar sus informes sobre los objetivos para ver si habÃan olvidado algo. Cuando decidieron que no habÃa olvidado nada, probablemente alguien se levantó y fue a otra habitación. Volvió con un juego de sobres con nuevos objetivos en áreas densamente pobladas y dijo: ‘hey, qué pasa con estas carpetas de objetivos’?, y asà lo hicieron”. Asà pues, el bombardeo de objetivos en zonas cercanas a las áreas pobladas del sur de LÃbano fue el resultado de los fallos de Israel en la guerra y no de su triunfo.
La “ampliación de objetivos” fue a más a lo largo del conflicto; frustrada por su incapacidad para identificar y destruir los más importantes recursos militares de Hezbolá, la IAF empezó a señalar como objetivos las escuelas, centros comunitarios y mezquitas, pensando que su incapacidad de encontrar y destruir los búnker de Hezbolá querÃa decir que éstos escondÃan sus principales recursos en centros civiles.
Los oficiales de la IAF también argumentaron que la capacidad de Hezbolá para continuar con sus ataques a Israel con cohetes significaba que su milicia se reabastecÃa constantemente. Qana es una encrucijada, la unión de cinco autopistas separadas, situada en el corazón de los territorios de Hezbolá. Destruir la cadena de suministros de Qana ofreció a la IAF la posibilidad de probar que Hezbolá sólo era capaz de mantener sus operaciones gracias a la dependencia del suministro que le ofrecÃa la ciudad. En realidad, pese a todo, los comandantes de las IDF sabÃan que ampliar el número de objetivos en LÃbano probablemente harÃa poco por mermar las capacidades de Hezbolá, ya que ésta mantenÃa sus ataques sin depender del reabastecimiento, sino de las armas y alijos de cohetes que habÃa reforzado previamente para resistir a la destrucción israelÃ. Debido a los sucesos de Qana, en los que murieron 28 civiles, Israel accedió a promulgar un alto el fuego de 48 horas.
El alto el fuego fue la primera prueba del éxito de Hezbolá en la resistencia contra los ataques aéreos israelÃes y de su interés por preparar una defensa prolongada y sostenida del sur de LÃbano. Los comandantes de Hezbolá respetaron el alto el fuego acatando órdenes de sus superiores polÃticos. Salvo una o dos excepciones aisladas, no lanzaron ningún cohete a Israel durante ese perÃodo de alto el fuego. Mientras que la capacidad de Hezbolá de acatar la tregua fue ignorada por expertos de inteligencia israelÃes y norteamericanos, su habilidad para reforzar la disciplina de sus comandantes en activo supuso claramente un shock para los comandantes de alto rango de las IDF, quienes concluyeron que la capacidad de comunicación de Hezbolá habÃa sobrevivido al violento ataque aéreo de Israel, que el lÃder de Hezbolá estaba en contacto con sus comandantes sobre el terreno, y que estos comandantes eran capaces de mantener una robusta red de comunicaciones a pesar de la destrucción israelÃ.
Más simple: la habilidad de Hezbolá para mantener el alto el fuego significaba que el objetivo de Israel de separar a los guerrilleros de Hezbolá de su estructura de mando (considerado una necesidad por los ejércitos modernos para hacer la guerra en un campo de batalla tecnológicamente sofisticado) habÃa fallado. Los comandantes de alto rango de las IDF sólo podÃan llegar a una conclusión: la información que obtuvieron antes de la guerra acerca de los recursos militares de Hezbolá era, por lo menos, deplorablemente incompleta o, en el peor de los casos, terriblemente equivocada.
De hecho, a lo largo de un periodo de dos años, los oficiales de espionaje de Hezbolá, construyeron un significativo sistema de identificación de las señales de actividades de espionaje. A lo largo de la guerra, los comandantes de Hezbolá fueron capaces de predecir cuándo y dónde podÃan atacar los soldados y las bombas israelÃes. Además, Hezbolá habÃa identificado a espÃas israelÃes decisivos en LÃbano. Un mes antes del secuestro de la patrulla de las IDF y del subsiguiente ataque israelÃ, los espÃas libaneses habÃan roto una red de espionaje que operaba dentro del paÃs.
Los espÃas libaneses (y de Hezbolá) arrestaron al menos a 16 espÃas israelÃes en LÃbano, aunque no lograron capturar al jefe de la red. Además, durante dos años, desde 2004 hasta la vÃspera de la guerra, Hezbolá “convirtió” de manera exitosa a cierto número de civiles libaneses para que informaran a los oficiales de inteligencia israelÃes acerca de la ubicación de los alijos militares más importantes de Hezbolá en el sur de LÃbano. En un pequeño número de casos cruciales, los espÃas de alto rango de Hezbolá fueron capaces de suministrar información falsa acerca de la ubicación de los emplazamientos de sus milicias más importantes a Israel, con el resultado de que las carpetas que recogÃan los objetivos clave de Israel identificaban emplazamientos estratégicos que, de hecho, no existÃan.
Finalmente, la capacidad de Hezbolá para interceptar y “leer” las acciones de Israel tuvo un impacto decisivo en la siguiente fase de guerra sobre el terreno. Los espÃas de Hezbolá habÃan perfeccionado tanto su capacidad de captar señales de espÃas, que podÃan interceptar las comunicaciones por tierra israelÃes entre los comandantes militares. Israel, que depende de un sistema altamente sofisticado de captación de frecuencias, que permite a sus comandantes comunicarse entre sÃ, subestimó la habilidad de Hezbolá para llegar a dominar la tecnologÃa de la captación de señales. El resultado pudo tener un impacto crucial en los cálculos de Israel acerca de que únicamente la sorpresa podrÃa facilitar la victoria a sus soldados.
Ahora es evidente que el sistema polÃtico israelà quedó “tocado” por el fallo de sus fuerzas armadas que no consiguieron ni la degradación de un número significativo de arsenales de Hezbolá ni la destrucción de la capacidad de mando de ésta.
Pero el sistema polÃtico israelà no ha hecho prácticamente nada para prepararse para lo peor: la primera reunión del gabinete de defensa israelà tras los secuestros del 12 de julio sólo duró tres horas. Y mientras Olmert y su gabinete de defensa solicitaban detalles al minuto acerca de los planes para los tres primeros dÃas de ofensiva de las IDF, fallaron en la articulación de metas polÃticas claras para después del conflicto o en crear un borrador para una salida polÃtica estratégica en el caso de que la ofensiva fallara.
Olmert y su gabinete violaron el primer principio de la guerra: mostraron desprecio por su enemigo. Con todos los respetos, Olmert y su gabinete estaban cegados por una incuestionable seguridad en la eficacia de la disuasión israelÃ. Igual que el pueblo israelÃ, veÃan como un sacrilegio cualquier cuestionamiento de las capacidades del ejército israelÃ.
El fracaso de la inteligencia israelà durante el conflicto fue catastrófico. Significaba que, tras el fiasco de la campaña por aire para derrotar los recursos de Hezbolá en las primeras 72 horas de la guerra, la oportunidad de Israel para conseguir una victoria decisiva contra Hezbolá era cada vez más improbable.
“Israel perdió la guerra en los tres primeros dÃas”, explicaba un experto militar estadounidense. “Si tienes este tipo de sorpresa y tienes este tipo de poder armamentÃstico, deberÃas haber ganado. De otro modo, te queda guerra para un largo recorrido”.
Los oficiales de alto rango de las IDF concluyeron que, dado el fracaso de la campaña por aire, sólo tenÃan una alternativa: invadir LÃbano con tropas de tierra con la esperanza de derrotar la resistencia de Hezbolá.
PARTE 2: Ganando la guerra por tierra
La decisión de Israel de lanzar una guerra por tierra para lograr lo que su fuerza aérea no pudo conseguir, se desarrolló de forma vacilante y caótica. Mientras las unidades de las IDF llevaban a cabo incursiones en el sur de LÃbano durante la segunda semana del conflicto, el mando militar israelà permaneció indeciso sobre cuándo y dónde –e incluso si- desplegar sus unidades terrestres.
En parte, la indecisión del ejército sobre cuándo, dónde y si desplegar sus unidades terrestres más importantes estaba en función de las posibilidades de la fuerza aérea para alcanzar la victoria. La IAF estuvo todo el tiempo declarando que tendrÃa éxito desde el aire con sólo un dÃa más, y después de éste, otro más. Esta indecisión se reflejó en la incertidumbre de los medios occidentales sobre cuándo se producirÃa una campaña terrestre o si, de hecho, se habÃa producido ya.
Los altos oficiales israelÃes continuaron diciendo a sus contactos en la prensa que el inicio de una ofensiva terrestre era un secreto tan celosamente guardado que ni ellos mismos lo sabÃan. Las vacilaciones también eran producto de la experiencia de las pequeñas unidades de las IDF que ya habÃan penetrado al otro lado de la frontera. Por lo menos desde el 18 de julio, las unidades especiales de las IDF que operaban en el sur del LÃbano estaban informando a sus comandantes de que las unidades de Hezbolá estaban luchando con tenacidad para mantener sus posiciones en primera lÃnea frente a Israel.
En ese momento, el Primer Ministro Ehud Olmert tomó una decisión polÃtica: desplegarÃa todo el potencial de las IDF para derrotar a Hezbolá al mismo tiempo que sus altos colaboradores daban a conocer la voluntad de Israel de aceptar un alto el fuego y el despliegue de una fuerza internacional. Olmert determinó que Israel no darÃa su brazo a torcer: aceptarÃa el despliegue de una fuerza de Naciones Unidas, pero sólo como último recurso.
En primer lugar decidió que Israel comunicarÃa que sà aceptaba fuerzas de la OTAN. El 21 de julio, de acuerdo con esta estrategia, llamaron a las fuerzas de reserva israelÃes al frente. Ese llamamiento a filas por sorpresa (en principio, las IDF intentaban primero derrotar a Hezbolá por el aire, y después, si eso fallaba, usarÃan sus fuerzas regulares, pero sin llamar a filas a los reservistas) hizo que el despliegue inicial de los reservistas fuera apresurado y sin coordinación. (Es probable, repito, que Israel no pensara llamar a filas a sus reservistas durante el conflicto; de haberlo pensado los hubiera llamado mucho antes).
Además, la decisión de llamar a los reservistas cogió por sorpresa a los oficiales superiores de esas fuerzas, cuando normalmente son los primeros que conocen una llamada a filas. Ese llamamiento a la reserva se manejó de forma caótica, demorándose la “cola” de la reserva, el apoyo logÃstico, entre 24 y 48 horas tras el despliegue de esas fuerzas.
El llamamiento del 21 de julio fue un sÃntoma claro para los estrategas militares del Pentágono de que la guerra de Israel no iba bien. También ayuda a explicar por qué las tropas de reserva llegaron al frente sin el equipamiento necesario, sin un plan coherente de batalla y sin la munición necesaria para poder desenvolverse en combate. (Durante todo el conflicto, Israel se esforzó en proporcionar apoyo adecuado a sus fuerzas de reserva, pero los alimentos, la munición e incluso el suministro de agua llegaron a las unidades de 24 a 48 horas después de su aparición en las zonas asignadas para su despliegue en el norte).
Los observadores militares percibieron inmediatamente los efectos de esta situación: “las tropas israelÃes parece que no están preparadas, actúan de forma chapucera y desmoralizada”, indicó un ex alto comandante, “ésa no es la exultante IDF que vimos en guerras anteriores”.
En concordancia con la estratagema polÃtica de Olmert, el objetivo de las IDF de destruir totalmente a Hezbolá iba mermando considerablemente. “Hay un espacio entre nuestros objetivos militares y nuestros objetivos polÃticos”, dijo el General-Brigadier Ido Nehushtan, miembro del estado mayor de Israel, al dÃa siguiente del llamamiento a los reservistas. “El objetivo no es necesariamente eliminar todos los cohetes de Hezbolá. Lo que tenemos que hacer es desbaratar la lógica militar de Hezbolá. DirÃa que esa meta no es cuestión de dÃas”.
Este fue un modo decididamente extraño de presentar una estrategia militar, de dirigir una guerra para “desbaratar la lógica militar” del enemigo. La declaración de Nehushtan fue un jarro de agua frÃa sobre los comandantes de las IDF terrestres, que se empezaron a preguntar cuáles eran exactamente las metas de la guerra. Pero otros comandantes de las IDF seguÃan siendo optimistas –aunque la IAF habÃa fracasado a la hora de cortar los ataques con cohetes de Hezbolá sobre las ciudades israelÃes-, al haberse disparado menos cohetes hacia Israel desde el 19 al 21 de julio que en cualquier otro momento (muy pocos el 19 de julio, alrededor de unos 40 el dÃa 20 y 50 el dÃa 22).
El 22 de julio marca también el primer momento en que EEUU respondió militarmente al conflicto. A última hora del 21 de julio, la Casa Blanca recibió una petición de Olmert y de las IDF para que les suministrara gran cantidad de munición guiada de precisión, otro indicador de que la IAF habÃa fracasado en su misión de degradar los recursos militares de Hezbolá de manera significativa durante las etapas iniciales de la guerra.
La petición se aprobó con rapidez y el 22 de julio por la mañana se empezaron a enviar municiones a Israel. Los altos funcionarios del Pentágono estaban consternados por el envÃo, ya que significaba que Israel habÃa gastado la mayor parte de sus municiones durante los primeros diez dÃas de guerra: una previsión enorme de gasto que sugerÃa que Israel habÃa abandonado el bombardeo táctico de las posiciones de Hezbolá y se preparaba para una embestida violenta contra lo que quedaba de la infraestructura de LÃbano, una estrategia que no habÃa funcionado durante la II Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos y Gran Bretaña destruyeron los 66 centros de población más importantes de Alemania sin producir ningún efecto perceptible sobre las capacidades militares o la moral alemanas.
Pero hubo pocas quejas por parte del Pentágono, aunque un alto funcionario en activo observó que el despliegue de munición estadounidense hacia Israel recordaba una petición similar formulada en 1973 por Israel en el apogeo de la Guerra del Yom Kippur, “esto sólo puede significar una cosa”, dijo ese funcionario en ese momento, “estamos contra las cuerdas”.
A pesar de sus profundos recelos sobre la respuesta israelà (los recelos, aunque acallados, eran profundos e importantes y se extendieron hasta los estratos más altos de la Fuerza Aérea de EEUU), los altos oficiales militares estadounidenses se reservaron sus puntos de vista. Y por buenas razones: las crÃticas a Israel por pedir envÃos de armas durante la guerra de 1973 provocaron la dimisión del entonces Jefe de la Junta de Estados Mayores (JCS, en sus siglas en inglés), el General George Brown. Brown se enfureció al ver que las armas y munición estadounidenses se enviaban a Israel mientras sus comandantes en Vietnam estaban protestando por la carencia de suministros en su guerra en el sureste Asiático.
El actual presidente de la JCS, Peter Pace, que permaneció notablemente silencioso durante la guerra entre Israel y Hezbolá, sabÃa historia, por lo tanto, se cuadró, saludó y se mantuvo callado. Pero la JCS y los altos comandantes militares no eran los únicos oficiales estadounidenses que estaban preocupados por la actuación de Israel. Aunque las nuevas municiones estadounidenses seguÃan su camino hacia Israel (vÃa Prestwick, Escocia), los funcionarios de la inteligencia hacÃan evaluaciones iniciales sobre los primeros dÃas de guerra, incluyendo una indicación de que, a pesar de la sostenida ofensiva aérea israelÃ, Al-Manar seguÃa emitiendo en Beirut, aunque la IAF habÃa destruido las frecuencias de emisión de otras cadenas importantes de LÃbano. (Esto siguió siendo asà durante toda la guerra, Al-Manar no dejó de emitir en ningún momento). ¿Cómo podÃa ser eficaz la campaña aérea israelà si no pudieron siquiera impedir las transmisiones de una cadena de televisión?
Se entendió que la llamada a filas de los reservistas de Israel suponÃa el refuerzo de las tropas que ya luchaban en el sur de LÃbano y sumarÃa potencial para el asalto por tierra. El 22 de julio, las unidades de Hezbolá de la Brigada Nasr combatieron calle por calle contra las IDF en Maroun al-Ras. Aunque las IDF declararon al finalizar el dÃa que habÃan tomado la ciudad, no fue asÃ. La lucha habÃa sido sangrienta, pero no desalojaron a los combatientes de Hezbolá. Muchos de los soldados de la Brigada Nasr habÃan pasado muchos dÃas esperando el asalto israelà y, debido a la capacidad de Hezbolá para interceptar las comunicaciones militares de las IDF, los soldados israelÃes chocaron contra unidades que estaban bien pertrechadas.
Los destacamentos de las IDF fracasaron continuamente al atacar los flancos de los defensores, encontrando contragolpes en el oeste de la ciudad. Equipos especiales de cazadores de asesinos, compuestos por tres hombres, de la Brigada Nasr destruyeron varios vehÃculos blindados israelÃes durante el combate con misiles ligeros artificiales antitanques. “SabÃamos que iban a hacer eso”, dijo en aquel tiempo Ilay Talmor, un agotado segundo teniente israelÃ. “Este es un territorio que saben que les pertenece. HarÃamos lo mismo si alguien viniera a nuestro paÃs”.
Mientras las IDF continuaban insistiendo en que sus incursiones eran “de alcance limitado”, a pesar del llamamiento a miles de reservistas, los batallones de las IDF empezaron a formarse al sur de la frontera. “No estamos haciendo preparativos para una invasión de LÃbano”, dijo Avi Pazner, un portavoz gubernamental de alto rango. Las IDF denominaron entonces a Maroun al-Ras su “primera avanzada” en el sur del LÃbano. “Una combinación de ataques de la fuerza aérea, la artillerÃa y la fuerza terrestre dejarán noqueado a Hezbolá sin tener que llegar al extremo de tener que invadir y ocupar”, dijo Pazner.
Se estableció asà la diferencia entre “echar” a una fuerza e invadir y ocupar una ciudad, otra clara señal para los expertos militares de EEUU de que las IDF podÃan entrar en una ciudad pero no podÃan ocuparla. Un oficial estadounidense experto en historia militar comparó las incursiones de las IDF por el sur de LÃbano con el sangriento ataque de Robert E Lee contra las posiciones de la Unión en Gettysburg, Pensilvania, durante la Guerra Civil Estadounidense. “Oh, puedo llegar hasta allÃ, ¡genial!”, dijo el teniente Lee durante aquella guerra, “el problema es mantenerme”.
Los informes de los comandantes de Hezbolá posteriores a los combates confirman ahora que las tropas de las IDF nunca se aseguraron completamente la zona fronteriza y tampoco llegaron a tomar completamente Maroun al-Ras. Hezbolá ni siquiera sintió la necesidad de llamar a sus reservistas, como habÃa hecho Israel. “Sólo una brigada de 3.000 soldados de Hezbolá fue la que luchó durante toda la guerra”, dijo un experto militar en la región. “La Brigada Nasr combatió durante toda la guerra. Hezbolá nunca tuvo la necesidad de reforzarla”.
Los informes desde LÃbano ratifican este punto. Los comandantes de Hezbolá encontraron, con gran sorpresa, que las tropas israelÃes estaban escasamente organizadas y disciplinadas. La única unidad israelà que alcanzó niveles adecuados fue la Brigada Golani, según los observadores libaneses. Las IDF constituÃan “un surtido variopinto”, refirió un oficial con profundo conocimiento de la jerga estadounidense, “pero eso es lo que sucede cuando has pasado cuatro décadas disparando balas de goma contra mujeres y niños en Cisjordania y Gaza.”
Los comandantes de las IDF se sentÃan también perturbados por la actuación de sus tropas, que mostraban signos de falta de disciplina incluso entre los soldados regulares mejor entrenados. Los reservistas funcionaron aún peor y los comandantes de las IDF dudaban si lanzarlos a la batalla.
El 25 de julio estaba en pleno apogeo la estrategia de Olmert de retroceder desde el objetivo declarado al principio de destruir a Hezbolá. El Ministro de Defensa israelà Amir Peretz fue el portador de esas corrientes, diciendo que el objetivo actual de Israel era crear una “zona de seguridad” en el sur de LÃbano y acompañó sus palabras de una amenaza: “si no hay una fuerza internacional que entre para controlar las fronteras, continuaremos dirigiendo nuestra artillerÃa hacia todo el que se acerque a la delimitada zona de seguridad y sabrán que se les puede alcanzar”.
Irse muy de repente era una afirmación de que Israel destruirÃa a Hezbolá; irse era también una afirmación de que sólo la OTAN serÃa aceptada como unidad de paz en la frontera. El 25 de julio, Israel también informó de que Abu Yafar, un comandante del “sector central” de Hezbolá en la frontera libanesa, habÃa muerto “en un intercambio de fuego” con las tropas israelÃes cerca del pueblo fronterizo de Maroun al-Ras, que todavÃa no habÃa sido tomado. La noticia no era verdad. Abu Yafar hizo comentarios públicos una vez terminada la guerra.
Posteriormente, el 25 de julio, durante la visita de la Secretaria de Estado de EEUU Condoleezza Rice a Jerusalén, los militares israelÃes siguieron luchando en Bint Jbeil, llamándola la “capital del terrorismo de Hezbolá”. La lucha por Bint Jbeil duró nueve dÃas, pero siguió en manos de Hezbolá hasta el fin del conflicto. Para entonces, la ciudad estaba destruida aunque los combatientes de Hezbolá sobrevivieron a los repetidos bombardeos aéreos y de artillerÃa, retirándose a sus búnker durante los peores momentos de la campaña y reapareciendo sólo cuando, en operaciones posteriores, las tropas de las IDF intentaban hacerse con la ciudad.
Las tácticas de Hezbolá recordaban a las seguidas por el ejército norvietnamita durante los dÃas iniciales del conflicto de Vietnam, cuando los comandantes norvietnamitas decÃan a sus tropas que necesitaban “aguantar las bombas” y después luchar contra los estadounidenses mediante acciones de pequeñas unidades. “Debéis agarrarlos por las hebillas de sus cinturones”, dijo un comandante vietnamita para describir esas tácticas.
El 24 de julio, dando otra señal de su inminente fracaso en LÃbano, Israel lanzó los primeros miles de bombas de racimo contra lo que denominó “emplazamientos de Hezbolá” en el sur de LÃbano. Las bombas de racimo son una eficaz, aunque indecente, arma de combate y aquellas naciones que las usan, incluido cada miembro individual de la OTAN (asà como Rusia y China), han rechazado constantemente suscribir un acuerdo internacional que prohibe su uso.
Sin embargo, las naciones-estado más responsables que las usan “duplican los fusibles” de sus municiones para reducir la proporción de fallos de las “bombas pequeñas” una vez que han sido lanzadas. Durante la administración del presidente Bill Clinton, el secretario de defensa William Cohen estuvo de acuerdo con la doble fusión de las bombas de racimo estadounidenses y con retirar paulatinamente de las reservas de EEUU las municiones con “alta tasa de fallos”, intentándose reducir la proporción de fallos de estas municiones del 14% (algunos estiman que es más alta) a menos del 3% (aunque algunos estiman que es más baja).
Aunque aún no están completas las investigaciones sobre el uso por Israel de esta munición, en la actualidad parece claro que las IDF lanzaron munición de fusión única. Informes recientes de la prensa israelà indican que los oficiales de artillerÃa alfombraron docenas de pueblos libaneses de bombas pequeñas, de la forma más cercana que uno pueda imaginar a la definición de uso “indiscriminado” del potencial armamentÃstico.
La munición israelà bien pueden haberse adquirido de reservas desfasadas de EEUU que no tenÃan doble fusión, haciendo asà cómplices a los EEUU de los objetivos indiscriminados. Tal conclusión parece encajar con la secuencia del reabastecimiento de munición a Israel del 22 de julio. Las IDF pueden haber sido capaces de descargar estas municiones y desplegarlas con la rapidez suficiente como para haber creado la catástrofe de munición de racimo que todavÃa asola a LÃbano y que empezó el 24 de julio.
El 26 de julio, los oficiales de las IDF admitieron que las 24 horas anteriores a su lucha en Bint Jbail fue “el dÃa más duro de los combates en el sur de LÃbano”. Tras fracasar por la mañana en la tentativa de arrebatarle la ciudad a Hezbolá, los comandantes de las IDF decidieron enviar a su Brigada de elite Golani. Por la tarde murieron 9 soldados de la Brigada Golani en dos horas y 22 resultaron heridos. A última hora de la tarde, las IDF desplegaron a su Brigada de Paracaidistas de elite hasta Maroun al-Ras, donde desde hacÃa tres dÃas se combatÃa contra integrantes de la Brigada Nasr.
El 27 de julio, en respuesta al fracaso de sus unidades a la hora de tomar esas ciudades, el gobierno israelà acordó llamar a tres divisiones más de reservistas, en total 15.000 soldados. Sin embargo, el 28 de julio, el serio fracaso de la IAF en sus intentos de detener los ataques con cohetes de Hezbolá ya era incontestable. Ese dÃa, Hezbolá lanzó un nuevo cohete, el Jaibar-1, que cayó sobre Afula.
El 28 de julio, la gravedad de los fallos de la inteligencia de Israel llegó a conocimiento del público israelÃ. Ese dÃa los oficiales del Mossad filtraron la información de que, en su opinión, Hezbolá no habÃa sufrido una reducción importante en sus capacidades militares y que la organización podrÃa seguir en el conflicto durante varios meses más. Las IDF no estuvieron de acuerdo, declarando que Hezbolá habÃa sufrido graves daños. Estaban apareciendo las primeras grietas en la comunidad de la inteligencia israelÃ.
Algunos expertos de EEUU también empezaron a cuestionar la estrategia y capacidad de Israel. La conservadora Brookings Institution publicó un comentario de Philip H Gordon (que culpó a Hezbolá por la crisis) aconsejando: “La cuestión no es si Hezbolá es responsable de esta crisis –que lo es- o si Israel tiene derecho a defenderse –que lo tiene- sino si esta estrategia particular (con una campaña aérea sostenida) funcionará. No funcionará. No conseguirá disminuir la potencia de Hezbolá, porque sencillamente es imposible eliminar mediante una campaña aérea miles de cohetes pequeños, móviles, ocultos y que se pueden reabastecer fácilmente”.
El comentario de Gordan reflejaba los puntos de vista de un número cada vez mayor de oficiales militares que se precipitaban a quitar el polvo de sus propios planes aéreos en el caso de una orden de la Casa Blanca señalando como objetivos las zonas nucleares iranÃes. “Hay una percepción general equivocada de que la Fuerza Aérea [de EEUU] se entusiasmó con la guerra israelà contra LÃbano”, nos dijo un experto en Oriente Próximo en contacto con altos funcionarios del Pentágono. “Estaban horrorizados. Conocen bien los lÃmites de su poder y saben hasta dónde se puede llegar”.
“Les parecÃa [a los oficiales de la Fuerza Aérea de EEUU] que Israel habÃa desperdiciado el manual en LÃbano. No fueron quirúrgicos, no fueron precisos y, ciertamente, no fueron elegantes. No puedes cubrir un paÃs de hierro y confiar en ganar.”
Las frÃas y duras cifras de la guerra pusieron de relieve la falacia de las campañas aérea y terrestre israelÃes. Antes del conflicto, Hezbolá guardaba en arsenales secretos más de 18.000 cohetes. Esos sitios fueron reforzados contra los ataques israelÃes y salieron indemnes de la campaña aérea. Los oficiales de Hezbolá calcularon que desde el momento en que disparaban sus cohetes hasta que la IAF podÃa identificar y desplegar combatientes para sacar sus cohetes móviles pasaban 90 segundos. A través de años de diligente entrenamiento, los equipos que manejaban los cohetes de Hezbolá habÃan aprendido a desplegar, disparar y camuflar con seguridad sus lanzaderas móviles en menos de 60 segundos, con el resultado de que los aviones y helicópteros de la IAF (que Israel tiene en cifras mucho menores de las que alardea) no podÃan parar el fuego continuo de cohetes hacia Israel (“Israel está a una distancia de unos tres helicópteros de un desastre total”, comentó un oficial militar estadounidense).
Hezbolá disparó unos 4.000 cohetes hacia Israel (una cifra más precisa, aunque insegura, indica que dispararon unos 4.180 cohetes), reduciendo sus reservas a 14.000 cohetes, suficientes para poder proseguir guerra durante, al menos, tres meses más.
Por otra parte, y lo que es más importante, los combatientes de Hezbolá demostraron que eran entregados y disciplinados. Utilizando medios de inteligencia para detectar las penetraciones de la infanterÃa israelÃ, demostraron ser tan buenos como los de las mejores unidades de combate israelÃes. En algunos casos, las unidades israelÃes fueron derrotadas en el campo de batalla, en otros, obligadas a repentinas retiradas o forzadas a confiar en la cobertura aérea para que sus elementos no fueran atrapados. El 9 de agosto, hacia el final de la guerra, las IDF anunciaron que habÃan muerto 15 de sus reservistas y 40 habÃan resultado heridos en los combates en los pueblos de Marjayoun, Jiam y Kila, una proporción de bajas sorprendente para un pedazo marginal de territorio.
La fuerte defensa de Hezbolá se cobró también su factura en los blindados israelÃes. Cuando Israel accedió finalmente a llegar a un alto el fuego y empezó a retirarse de la zona fronteriza, se dejó atrás más de 40 vehÃculos blindados, casi todos ellos destruidos por los misiles antitanques AT-3 “Sagger”, que fueron expertamente desplegados (Sagger es el nombre que la OTAN aplica al vehÃculo fabricado por Rusia, de manejo manual, guiado por cable, que es la segunda generación de los Malyutka 9M14 o “Little Baby”).
Con un alcance de 3 kilómetros, los Sagger probaron ser enormemente certeros al impactar contra los tanques israelÃes, un hecho que los comandantes de los blindados israelÃes debÃan haber previsto, sobre todo porque los misiles Sagger desplegados por Hezbolá son la versión antigua (desarrollada y desplegada en 1973) de otra más moderna que se puede ocultar y desplegar más fácilmente y tienen un cabezal más grande. Si las IDF no pudieron proteger sus blindados contra la versión de “segunda generación” de los de 1973, sus comandantes deben de estar preguntándose como podrÃan protegerse contra un modelo más moderno, más sofisticado y más mortÃfero.
Antes de que se pusiera en práctica el alto el fuego, el establishment polÃtico israelà decidió lanzar a los paracaidistas israelÃes en zonas clave a lo largo del RÃo Litani. La decisión se tomó, aparentemente, para convencer a la comunidad internacional de las normas de actuación para que una fuerza de Naciones Unidas se extendiera desde el sur del Litani. Una petición asà no podÃa hacerse a menos que Israel afirmara de forma creÃble que habÃa evacuado esa zona del LÃbano hasta el Litani.
Para conseguir ese objetivo, transportó a bastante fuerza aérea a zonas clave justo al sur del Litani. La decisión podÃa muy bien haber llevado al desastre. La mayorÃa de las fuerzas israelÃes transportadas a esos sitios se vieron inmediatamente rodeadas por unidades de Hezbolá y podÃan haber sido destrozadas, con lo que el alto el fuego no habrÃa surtido efecto. La decisión polÃtica enfureció a los oficiales retirados de las IDF, uno de los cuales acusó a Olmert de “despistar al ejército”, utilizando a los militares para objetivos de relaciones públicas.
Quizá el signo más contundente del fracaso militar israelà se deduzca al contar los muertos y heridos. Israel afirma ahora que mató entre 400 y 500 combatientes de Hezbolá y que sus bajas eran significativamente menores. Pero un recuento más preciso muestra que las bajas israelÃes y las de Hezbolá fueron casi iguales. Para los chiÃes (y para Hezbolá) resulta imposible permitir un enterramiento de sus mártires que no sea honorable, por eso en esta ocasión es una mera cuestión de contar funerales. Se celebraron menos de 180 funerales para los combatientes de Hezbolá –casi igual al número de muertos del lado israelÃ-. Ese número puede revisarse al alza: la información más reciente con la que contamos, procedente de LÃbano, nos dice que el número de funerales por los mártires chiÃes en el sur puede ser ahora exactamente de 184.
Pero, de cualquier manera, ya sea en cohetes, vehÃculos blindados o cifras de muertos o heridos, la lucha de Hezbolá contra Israel se puede valorar como una victoria decisiva polÃtica y militar. Aunque hubiera sido de otra forma, y está claro que no fue asÃ, el impacto total de la guerra de Israel contra Hezbolá durante el perÃodo de 34 dÃas a lo largo de julio y agosto ha causado un terremoto polÃtico en la región.
La derrota militar de Israel por Hezbolá ha sido decisiva, pero la derrota polÃtica de Estados Unidos -que de forma incuestionable se alineó con Israel durante el conflicto y rechazó intervenir para ponerle fin- ha resultado catastrófica y tendrá un impacto duradero sobre el prestigio estadounidense en la región.
PARTE 3: Ganando la guerra polÃtica
Con motivo del conflicto Israel-Hezbolá, en Egipto se realizó un sondeo público transversal con su ciudadanÃa dándoles a elegir entre los dos dirigentes polÃticos que más admiraban. Un número abrumador de egipcios eligió a Hassan Nasralá. Y en segundo lugar al presidente iranà Mahmud Ahmadineyad.
El resultado del sondeo suponÃa no sólo un claro rechazo al presidente egipcio Hosni Mubarak, que habÃa dado a conocer sus puntos de vista en contra de Hezbolá al comienzo del conflicto, sino también de los dirigentes sunnÃes, incluyendo al Rey saudà Abdulá y al Rey jordano Abdulá II, que criticaron al grupo chià en un intento confesado de que el mundo sunnà dejara de apoyar a Irán.
“Al finalizar la guerra, esos tipos se tiraban de los pelos”, dijo un diplomático estadounidense a finales de agosto desde la región. “¿A qué no han oÃdo hablar mucho de ellos en los últimos tiempos?”
Mubarak y los dos Abdulás no son los únicos que se tiran de los pelos por el colofón del conflicto: la polÃtica exterior de EEUU en la región, incluso a la luz de su cada vez más desesperado despliegue en Iraq, es un desastre total. “Eso significa que todas las puertas se nos cierran, en El Cairo, Ammán, Arabia SaudÔ, afirmó otro diplomático. “Nos han reducido los contactos. Nadie nos quiere ver. Cuando llamamos por teléfono, nadie contesta”.
Como talismán de ese colapso puede observarse el itinerario de la secretaria de estado estadounidense Condoleezza Rice, cuya incapacidad para persuadir al presidente George W Bush para que detuviera los combates y sus referencias al conflicto como que marcaba “las contracciones del nacimiento” de un nuevo Oriente Próximo, destruyeron en efecto su credibilidad.
EEUU ha dejado claro que intentará recuperar su posición apoyando un plan de paz israelo-palestino que anunciará, pero el continuo estrangulamiento que llevan a cabo contra el gobierno democráticamente constituido de la Autoridad Palestina, ha transformado esa promesa en un programa polÃtico que nace muerto. Y eso se ve ya nÃtidamente. En medio de la guerra, un funcionario europeo en El Cairo dijo lo siguiente sobre las emociones que enturbiaban el entorno polÃtico egipcio: “Los dirigentes egipcios bajan por una acera de la calle y el pueblo egipcio baja por la otra”.
El catastrófico fracaso de las armas israelÃes ha mantenido la reivindicación iranà de ser los lÃderes del mundo musulmán en varias áreas importantes:
Primera, la victoria de Hezbolá ha demostrado que Israel –y cualquier fuerza militar occidental moderna y tecnológicamente sofisticada- puede ser derrotado en combate abierto si se emplean las tácticas militares adecuadas y se sostienen durante un perÃodo prolongado. Hezbolá ha proporcionado el modelo para derrotar a un ejército moderno. Las tácticas son sencillas: aguantar la primera oleada de campaña aérea occidental, luego desplegar fuerzas que sepan manejar bien una serie de cohetes dirigidos contra objetivos clave del enemigo, -militares y económicos-, después aguantar una segunda campaña aérea más fuerte y, a continuación, prolongar el conflicto durante un perÃodo extenso. En algún momento, como ocurrió en el caso del ataque de Israel contra Hezbolá, el enemigo se verá obligado a movilizar tropas terrestres para conseguir lo que sus fuerzas aéreas no pudieron. Es en esta última y crÃtica fase, cuando una fuerza entregada, bien entrenada y bien dirigida puede infligir un daño enorme a un sistema militar moderno y derrotarlo.
Segunda, la victoria de Hezbolá ha demostrado a la gente del mundo musulmán que la estrategia utilizada por los gobernantes árabes y musulmanes aliados de Occidente –una polÃtica de satisfacer los intereses estadounidenses con la esperanza de obtener recompensas polÃticas sustantivas (reconocimiento de los derechos palestinos, asignación justa de precios a los recursos de Oriente Próximo, no interferencia en las estructuras polÃticas de la región y elecciones abiertas, libres y justas)- puede que ya no funcione y no funcionará. La victoria de Hezbolá proporciona otro modelo diferente, el de hacer añicos la hegemonÃa estadounidense y destruir su peso en la región. De los dos sucesos más recientes que han tenido lugar en Oriente Próximo, la invasión de Iraq y la victoria de Hezbolá sobre Israel, el segundo es con mucho el más importante. Incluso otros grupos que están en contra de Hezbolá, incluidos los que están asociados con movimientos sunnÃes de resistencia que consideran como apostatas a los chiÃes, se han mostrado humildes.
Tercera, la victoria de Hezbolá ha tenido un impacto destructor sobre los aliados de EEUU en la región. Una vez acabada la guerra a mediados de agosto, los oficiales israelÃes de inteligencia calcularon que Hezbolá podrÃa haber proseguido con los combates durante más de tres meses. Los cálculos de Hezbolá habÃan coincidido con los hallazgos israelÃes, sin embargo hay que advertir que ni Hezbolá ni el liderazgo iranà podÃan predecir qué hacer tras una victoria de Hezbolá. Mientras los servicios de inteligencia jordanos impidieron cualquier manifestación a favor de Hezbolá, los de Egipto luchaban por controlar la cada vez mayor indignación pública por el bombardeo israelà de LÃbano.
El apoyo abierto a Hezbolá de todo el mundo árabe (incluyendo, extrañamente, el despliegue de retratos de su lÃder Hassan Nasralá en medio de las celebraciones cristianas) ha puesto en guardia a los gobernantes árabes que están más cercanos a EEUU: otra erosión en su estatus podrÃa hacer que perdieran el control de sus propias naciones. Parece probable que como consecuencia de todo ello, Mubarak y los dos Abdulás no están muy dispuestos a apoyar cualquier programa estadounidense que pida presiones militares, polÃticas o económicas sobre Irán. Una futura guerra –una posible campaña militar de EEUU contra las instalaciones nucleares iranÃes- podrÃa no derrocar al gobierno de Teherán, en cambio, podrÃa derrocar a los gobiernos de Egipto, Jordania y quizá Arabia SaudÃ.
Hacia el final de la guerra, en un momento clave de la confrontación Israel-Hezbolá, los lÃderes de partidos islámicos de una serie de paÃses se preguntaron si podrÃan continuar controlando sus movimientos o si, como se temÃan, la acción polÃtica pasarÃa a manos de los revolucionarios y capitanes de la calle. La idea singular, ahora común en los cÃrculos de inteligencia de EEUU, es que era Israel (y no Hezbolá) quien, el 12 de agosto, buscaba una forma de salir del conflicto.
Cuarta, la victoria de Hezbolá ha debilitado peligrosamente al gobierno israelÃ. En 1973, el primer ministro de Israel Menachem Begin, al perder Israel su última guerra, decidió aceptar una propuesta de paz del presidente egipcio Anwar Sadat. El avance fue de hecho bastante modesto, ya que ambas partes eran aliadas de EEUU. Ningún avance de ese tipo tendrá lugar como consecuencia de la guerra Israel-Hezbolá.
Israel cree que ha perdido sus capacidades de disuasión y que debe recuperarlas. Algunos funcionarios israelÃes en Washington confirman ahora que no es una cuestión de “si” Israel irá de nuevo a la guerra sino de “cuándo”. TodavÃa es difÃcil determinar cuándo puede hacer algo asÃ. Para luchar y ganar contra Hezbolá, Israel necesitará entrenar y recuperar su ejército. Igual que EEUU tras la debacle de Vietnam, Israel tendrá que reestructurar su mando militar y reconstruir sus activos de inteligencia. Eso le llevará años, no meses.
En futuras operaciones, puede que Israel opte por el despliegue de armas incluso más potentes contra objetivos aún mayores. Considerando su actuación en LÃbano, esos usos de armas más potentes podrÃan significar una respuesta todavÃa más dura. Esto no es imposible. Un ataque estadounidense sobre instalaciones nucleares es probable que se responda con un ataque de misiles iranÃes sobre instalaciones nucleares israelÃes –y sobre centros de población israelÃes-. Nadie puede predecir cómo reaccionará Israel ante un ataque asà pero está claro que (teniendo en cuenta la posición de Bush en el reciente conflicto) EEUU no harÃa nada para detenerlo. La “casa de cristal” de la región del Golfo Pérsico, convertida en blanco de los misiles iranÃes, seguramente se vendrÃa abajo estrepitosamente.
Quinta, la victoria de Hezbolá significa el fin de cualquier esperanza de solución del conflicto israelo-palestino, al menos a corto y medio plazo. Incluso las figuras polÃticas israelÃes consideradas normalmente “progresistas” verÃan socavada su posición polÃtica con llamamientos estridentes de más fuerza, más tropas y más bombas. En encuentros privados con sus aliados polÃticos, el presidente palestino Mahmoud Abbas, castigó a quienes aplaudieron la victoria de Hezbolá, llamándoles “seguidores de Hamás” y “enemigos de Israel”. Abbas está en una posición mucho más delicada: el apoyo de su pueblo hacia Hamás sigue en pie, como también su servil [de Abbas] acuerdo con George W Bush, quien le dijo en los encuentros colaterales del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que pusiera fin a todos los intentos de formar un gobierno de unidad con sus conciudadanos.
Sexta, la victoria de Hezbolá ha tenido la muy desgraciada consecuencia de cegar al liderazgo polÃtico israelà frente las realidades de su posición geoestratégica. En medio de la guerra contra LÃbano, el primer ministro israelà Ehud Olmert adoptó el lenguaje de Bush sobre la “guerra contra el terrorismo”, recordando a su ciudadanÃa que Hezbolá era parte “del eje del mal”. Bush habÃa reforzado esos comentarios durante su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, en el que mencionó en cinco ocasiones tanto a al Qaeda como a Hezbolá y a Hamás. EEUU e Israel han metido ahora en el mismo saco a los grupos islamistas que desean participar en los procesos polÃticos de sus propias naciones y a los takfiris y salafistas [*], que son partidarios de incendiar toda la región.
Ahora Israel no puede contar ni con sus seguidores estadounidenses más firmes, esa red de neocon para los que Israel es una isla de estabilidad y democracia en la región. La desaprobación de esos neocon por la actuación de Israel es casi palpable. Con amigos como esos, ¿quién necesita enemigos? Es decir, el conflicto israelà en LÃbano ha reflejado con precisión a los expertos que han valorado el conflicto Israel-Hezbolá como una guerra de poder. Nuestro colega Jeff Aronson señalaba que “si fuera por EEUU, Israel estarÃa todavÃa combatiendo”, y añadió: “EEUU luchará en la guerra contra el terrorismo hasta la última gota de sangre israelÔ.
La continua debilidad del liderazgo polÃtico israelà y el hecho de que se niegue a reconocer la profundidad de su derrota es una realidad muy preocupante para EEUU y para todas las naciones árabes. Israel habÃa probado que, en épocas de crisis, podÃa conformar una estrategia diplomática creativa y maniobrar hábilmente para recuperar su posición. HabÃa probado también que tras una derrota militar era capaz de una autocrÃtica honesta y transparente. La fortaleza de Israel ha estado siempre en su capacidad para el debate público, aunque ese debate cuestionara su sacrosanta institución, “las Fuerzas Armadas IsraelÃes”. En momentos clave de la historia de Israel, la derrota ha llevado a la reflexión y no, tal como parece ahora probable, a una escalada de la ofensiva militar contra Hamás –la oveja negra de Oriente Próximo- para demostrar todo lo duro que puede ser.
“El hecho de que Oriente Próximo se haya radicalizado por la victoria de Hezbolá supone un buen ejemplo para continuar matándolos”, dijo recientemente un oficial israelÃ. Ese camino llevará al desastre. A la vista de la incapacidad estadounidense para activar las palancas de cambio en Oriente Próximo, hay esperanza entre algunos en Washington de que Olmert muestre el coraje polÃtico para empezar el largo proceso de encontrar la paz. Ese proceso será penoso, implicará largas y difÃciles discusiones y puede que signifique una ruptura con el programa estadounidense para la región. Pero EEUU no vive en la región e Israel sÃ. Aunque sea penoso guiar un diálogo polÃtico con sus vecinos, se probará que es menos penoso que perder una guerra en LÃbano.
Séptima, la posición de Hezbolá en LÃbano se ha visto enormemente fortalecida, como también la posición de su aliado más importante. En el cenit del conflicto, muchos cristianos libaneses acogieron a los refugiados de Hezbolá en sus casas. El lÃder cristiano Michel Aoun apoyó abiertamente la lucha de Hezbolá. Un dirigente de Hezbolá dijo: “No olvidaremos nunca lo que ese hombre hizo por nosotros, nunca, durante toda una generación”. La posición de Aoun fue aplaudida entre los chiÃes y su propia posición polÃtica se ha visto asà reafirmada.
Por otra parte, el liderazgo sunnà se ha visto fatalmente minado por su incierta postura y las ausencias de su patrón ante su propia comunidad. En la primera semana de la guerra, las acciones de Hezbolá fueron acogidas con amplio escepticismo entre la población sunnÃ. Al final de la guerra, su apoyo era sólido y se extendÃa por todas las divisiones sectarias y polÃticas de LÃbano. El liderazgo sunnà tiene ahora una opción: puede formar un gobierno de unidad con nuevos dirigentes que creen un gobierno más representativo o puede aguantar hasta las elecciones. No se necesita mucha inteligencia para saber qué opción tomará Saad Hariri, el dirigente de la mayorÃa en el parlamento libanés.
Octava, la posición de Irán en Iraq se ha visto bastante reforzada. En medio del conflicto de LÃbano, el secretario de defensa de EEUU Donald Rumsfeld manifestó en privado su preocupación porque la ofensiva israelà tuviera consecuencias funestas para el ejército estadounidense en Iraq, que se enfrenta con la hostilidad creciente de los dirigentes polÃticos y población chiÃes. La declaración de Rice sobre que las manifestaciones a favor de Hezbolá que tuvieron lugar en Bagdad estuvieron planeadas por Teherán, reveló su ignorancia de los hechos polÃticos más esenciales de la región. Los secretarios de estado y defensa estadounidenses sencilla e inexplicablemente ignoraban que los Sadrs de Bagdad mantuvieran alguna relación con los Sadrs de LÃbano. Que el primer ministro iraquà Nuri al-Maliki no castigara a Hezbolá y que se alineara con Israel durante el conflicto –y en medio de una visita oficial a Washington- fue considerado escandaloso por el establishment polÃtico en Washington, aunque el “Hezbolá de Iraq” sea uno de los partidos presentes en el actual gobierno de coalición iraquÃ.
Hemos dicho que ni el Pentágono ni el Departamento del Estado entendieron cómo la guerra de LÃbano podÃa afectar a la posición estadounidense en Iraq porque ni el Pentágono ni el Departamento de Estado pidieron un informe sobre el asunto a sus servicios de inteligencia. EEUU gasta cada año miles de millones de dólares en sus actividades de recogida y análisis de inteligencia. Dinero tirado a la basura.
Novena, la posición de Siria ha salido fortalecida y el programa franco-estadounidense para LÃbano ha fracasado. No hay perspectivas de que LÃbano forme un gobierno que sea servilmente proestadounidense o antisirio. Que el presidente sirio Bashar al-Assad pudiera sugerir, como consecuencia de la guerra, un acuerdo polÃtico con Israel muestra su fuerza, no su debilidad. Que pudiera sacar las conclusiones correctas del conflicto y creyera que también podÃa oponerse con éxito a Israel también es posible.
Pero además de estas posibilidades, la historia reciente muestra que esos miles de estudiantes y patriotas libaneses que protestaban, tras la muerte de Rafiq Hariri, por las implicaciones de Siria en el LÃbano, encontraron irónico que tuvieran que refugiarse de los bombardeos israelÃes en ciudades de tiendas de campaña montadas por el gobierno sirio. Rice tiene razón en una cosa: la voluntad de Siria de proporcionar cobijo a los refugiados libaneses fue un mero acto de cinismo polÃtico, al que EEUU parece incapaz de contestar. Siria confÃa ahora en su posición polÃtica. En la etapa anterior, esa confianza permitió que Israel conformara una apertura polÃtica hacia el más intransigente de sus enemigos polÃticos.
Décima, y quizás la más importante, está claro ahora que un ataque estadounidense sobre las instalaciones nucleares iranÃes va a encontrar muy pocos apoyos en el mundo musulmán. Se podrÃa encontrar también con una respuesta polÃtica que colapse los últimos vestigios del poder polÃtico de EEUU en la región. Lo que se pensaba que era un “hecho” hace sólo unas pocas semanas, ahora aparece como algo muy improbable. Irán no se va a sentir intimidado. Si EEUU se lanza a una campaña militar contra el gobierno de Teherán, es probable que los amigos de EEUU se queden por el camino; a los estados árabes del Golfo van a empezar a temblarles las rodillas; los 138.000 soldados estadounidenses en Iraq serán rehenes de una iracunda población chiÃ; e Irán responderá atacando a Israel. Nos atreverÃamos a enunciar lo obvio: si ese ataque se produjera, EEUU saldrÃa derrotado.
Conclusión
La victoria de Hezbolá en su reciente conflicto con Israel es mucho más importante de lo que piensan muchos analistas de EEUU y Europa. La victoria de Hezbolá revoca la tendencia de 1967: una derrota contundente de Egipto, Siria y Jordania que cambió las ilustraciones polÃticas de la región, colocando en su lugar regÃmenes que se doblegaban adaptando sus polÃticas exteriores para reflejar el poder estadounidense e israelÃ. Ese poder ahora se ha mancillado y revocado y está surgiendo un nuevo liderazgo en la región.
La lección singular del conflicto puede perderse por las altas esferas de las elites polÃticas favorables a Israel de Washington y Londres, de su “estamos luchando por la civilización”, pero esa lección no se perderá por las calles de El Cairo, Amán, Ramala, Bagdad, Damasco o Teherán. No deberÃa perderse entre el liderazgo polÃtico israelà en Jerusalén. Los ejércitos árabes de 1967 lucharon seis dÃas y fueron derrotados. La milicia de Hezbolá en LÃbano combatió durante 34 dÃas y ganó. Lo vimos con nuestros propios ojos cuando mirábamos los cafés de El Cairo y Amán, donde sencillos tenderos, campesinos y trabajadores miraban fijamente la información que ofrecÃa la televisión, bebÃan lentamente a sorbos su té, y silenciosamente se decÃan a sà mismos: “siete”, “ocho”, “nueve”…
N. de T.:
[*] Takfiris, extremistas islamistas que siguen una ideologÃa exclusivista violenta. Los takfiri consideran que los musulmanes que no comparten sus ideas han abandonado el Islam, constituyéndose asà en objetivos legÃtimos a atacar. Su ideologÃa pide la muerte de cualquier no musulmán.
Salafistas, movimiento contemporáneo del islamismo sunnÃ. Insisten en que sus creencias siguen sencillamente el Islam puro que practicaron las tres primeras generaciones de musulmanes que seguÃan las hadiths [tradiciones que contienen las palabras y hechos] del profeta Muhammad y que no deben ser considerados una secta.
Alastair Crooke y Mark Perry son codirectores de “Conflicts Forum”, un grupo con sede en Londres dedicado a abrir una oportunidad al Islam polÃtico. Crooke fue anteriormente asesor del Alto Representante de la UE Javier Solana y participó en la Comisión Mitchell que investigó las causas de la segunda Intifada. Perry es asesor polÃtico en Washington DC, autor de seis libros sobre la historia estadounidense y antiguo consejero de Yaser Arafat.
(La investigación para elaborar este artÃculo fue llevada a cabo por Madeleine Perry)
Textos originales en inglés: Parte1, Parte 2, Parte 3.
Sinfo Fernández y Sonia MartÃnez son traductoras de Rebelión. Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüÃstica. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a los autores, las traductoras y la fuente. URL de este artÃculo: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=1438&lg=es